el
brillo, el sol.
Se fue
el sonido
tras la
última campanada.
Silencio
y oscuridad,
ni rayo,
ni
explosión de trueno,
ni un
ruido.
Nada.
palpando
a la ventana.
Todo
oscuro,
inexistente,
mudo.
Nada.
Esa oscuridad que Saramago
ya vio y
llamó
ceguera.
Pero no estoy
ciego,
veo la
oscuridad.
Y no
estoy sordo
oigo el
silencio.
Es el
mundo el que se oculta,
ni que
le vea
ni que
le oiga quiere
mientras
insulta
mi deseo
de ir comprendiendo.
Pero él mismo
me sugiere
que está
aquí,
y no le
entiendo.
Sé que
está aquí
porque
no
le
entiendo.
Oculto
pero
aquí.
Y
necesito un indulto
al viejo
viento
que
traiga para mi
una
razón nueva,
un nuevo
aliento,
aunque
solo sirva
para
iluminar mi Cueva,
mi
rincón,
mi metro
y medio,
y buscar
ahí la huella
de los
sueños
de los
tiempos de la luz,
que si
la eternidad sella
empiezan
a estar muertos.
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