Fotografia de J.L. Romero |
Avancemos
en ése horizonte
que
se oculta tras las luces
de
la lluvia,
superemos
el remonte
y
caigamos de bruces
en
el chapoteo
de
nuestros deseos inconclusos,
en
este maremágnum de magia
vayamos
tras la oscuridad
que
alimenta la savia
de
los días difusos.
Allí
estará la fachada
del
laico templo
con
el adobe mohoso
de
la larga espera
y
la Gran Puerta sellada
por
la única llave
que
tú y yo poseemos
para
librar las últimas batallas,
escritas
o improvisadas,
de
una comunión pactada
que
aguante el desatino
de
esas luces de lluvia
que
iluminan lo que nos quede
más
allá del humano destino.
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