con
los antiniebla
y
sujeto a su brida
para
evitar las dudas,
ha
leído hoy mi poema.
Alguien
que no conozco de nada
ni
un amigo,
ni
un hermano,
alguien
de (sin ofender,
solo
por la rima) la manada
unos
versos míos quiso entender.
Era
alguien que pasaba
cerca
de mi melancolía,
de
las quimeras
que
sueño y soñaba,
y
ha leído mi poesía.
Lo
vi solo una vez
susurrando
sus penas,
paró
y entre tanto ruido
¡zas!
una nuez,
se
puso a leer mi poema.
No
sé si le gusta la poesía.
Estaba
allí, callado,
soportando
otro día
y
quiso buscar
la
noche de mis elegías.
Hoy
atravesaría la neblina
de
una vida estándar
que
le condena
al
pozo de la desilusión
y
ha querido buscar un tema
en
mi leve poética inspiración.
Tal
vez harto de lo inútil,
en
una vida que le roban
se
ha imbuido de mi sutil
ofensa
al silencio
cuándo
ha leído mis trovas.
Huyendo
de su anatema
alucinando
de mis quejas,
delirios,
desvaríos,
disparates
romperejas
lejos
de su asumida condena.
Ya
no será igual,
serán
ya eternas sus dudas.
Confundió
mis sueños
con
sus convicciones maduras
e
hizo un cóctel con las pocas mías.
Sólo
la fe es segura
y
eso no está en mi poesía.
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