martes, 5 de mayo de 2015

No hay Metáfora


Una metáfora me exiges
para redondear el poema distinto.

Una metáfora que refleje
una cara de porcelana
en el cristalino espejo
traslúcido y brillante
del cauce de un arroyo.



O que acerque
el grito pétreo de la Maliciosa
al cielo en el que amanece.

O que un suspiro aleje
por el enorme desierto arenoso
que es, para muchos, 
esta puta vida
de santones herejes.

No hay metáfora,
ni siquiera fingida,
cuándo la lágrima del miedo
se acoda en el quicio
de la pupila encogida.

La Metáfora no es solución
cuándo el suelo se desliza
a una velocidad homicida
distinta a la de rotación.

¿Es que no sabes
que sin  sueños no hay sonrisa,
que sin sonrisa no hay belleza
y que sin belleza no hay,
no quiero que haya, metáfora?

No me pidas lo que no hay.
(Todas las metáforas,
de duelos y de amores,
las pobres y las ricas,
las generosas y las concisas,
bajo siete llaves
quedaran ocultas
en el baúl de los dolores
hasta que regrese
la fuerza de tu sonrisa)

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