sábado, 7 de marzo de 2015

Una Sombra sobre la Valla

Traen la sangre de la miseria,
la de sus padres e hijos.
Solo sangre traen,
la del destino
que el hombre maldijo.

Meses, años, vidas
desde lejos, desde siempre,
viendo el horizonte ceder
hacia uno  nuevo y fijo
con su sombra sobre la valla
al amanecer.


Traen también un sueño,
cambiar la pesadilla
y vivir los reflejos
desde esta orilla
de un destino menos sombrío,
más suyo, más dueño.
Y mueren en el intento
infernal de cumplirlo,
en el desierto, en la mar,
de rodillas…
de hambre.
Lancha sin aire,
sin aire el pecho,
ahogados, agotados
en la frontera, heridos de cuchillas,
ofendidos, sin sangre ni lecho.

Y a quien vive le quedan
de suplicios años
recordando sus estrellas
en silencio, llantos
mirando estas, seguro, menos bellas.

Sus vidas no valen nada,
ni la de nadie si no llegan,
si el aire soñado no les roza el rostro.
Pero si escapan de la reprimida manada
el precio lo ponen otros:
los despechados, suficientes groseros,
ellos ponen el precio
de subsistencia almacenada,
de paseantes nocturnos
del silencioso llanto
que dobla el cuerpo más recio.

Nacieron en mal sitio de miseria
y han trasportado su sangre
a la casilla del destino ingrato
donde, sin querer quererlos, los usan,
y donde bajo esa luna conocida
haciendo tiempo, deambulan
soñando con ver que se levanta
en su existencia un rato
la espesa bruma que de sus vidas abusa,
vidas que maltratadas y valientes
buscan un hueco en la vida
que ya lo tienen en la muerte.

Ricardo Garcia-Aranda Rojas (Toledo, 20-12-2014)


1 comentario: