domingo, 8 de marzo de 2015

¡Eh, Toro!


¡Eh, toro!
¿Quién me llama?
Tanto ruido, tanto polvo
y alguien me grita
otra vez a mí
¡eh, toro!.

Que no quiero estar aquí,
que me asusta, me irrita
que no es mi sitio
y me duele el cuello,
que no soporto este polvo,
ni este escándalo, ni ese grito.


¡Eh, toro!
¡Vaya tela!,
que digo que me duele el cuello
y se me acerca con un trapo verde falso
que le tapa medio cuerpo,
y yo no quiero estar aquí,
quiero volver con los míos
a despertar en el raso
de la dehesa dónde nací,
entre cigüeñas,
en su equilibrado nido,
con el calor de los rayos
limpios de polvo,
con el silencio
que marca la encina
del campo vieja dueña.
No soporto este ruido.
¡Eh toro!
Imbécil, me cabreo,
voy a por él con todo.
Entre su cuerpo y el mío
el trapo verde falso cuela
y ahora no me mira.
Mira al ruido, al polvo
y mi cuerpo insistente avanza
voy a ir otra vez,
aunque me duela.

¡Eh toro!
Ahora el de la lanza
encima del cuadrúpedo troyano,
desde dónde me hizo daño en el cuello.
Me paro.

¡Eh toro!
Si pudiera yo correr ahora
por la hierba mojada de mi campo,
con los becerros
que me incordian jugando
tras la encina.
Pero no me dejan.
Un círculo de gritos me rodea,
quiero huir,
no entiendo esa inquina.

Un hueco, tal vez,
entre las patas de ése animal ciego,
mi escape, tal vez.
Pero vuelve a hacerme daño
y caigo y reniego.
Mis piernas se vencen
y me sigue haciendo daño,
la arena mezclada con sangre
que hacen su rojo falso fango.

¿Por qué?
Yo solo quiero correr con los míos
y no me dejan,
y me gritan,
y me llaman moviendo trapos.
Y yo solo quiero correr con los míos.
Me voy al centro
lo más lejos de gritos y gentes
y ahí me buscan otra vez
con ansia de muerte
dos palos de colores,
brillante los bordes,
dos palos que yo ataco
y me vuelven a doler.
Me cuelgan de mis carnes
chorreando sangre que lamo,
Mi sangre.
¿Por qué?.

¡Eh, toro!
Empiezo a no soñar con la dehesa,
a no tener fuerzas para jugar
con las becerras.
Otros dos palos,
otros dos brillos,
otros dos daños.
Del sol los turbios rayos
iluminan de mis pupilas
delatores hilillos
que humillan
mi valentía de años.
busco en la sombra de las tablas,
de una respuesta el apoyo
¿Por qué?

¡Eh, toro!
Y ahora ¿Qué quieres?
¿Qué más deseas de mí?
Déjame en paz
sangrando por mis sueños,
con mis deseos de vida
y libertad animal.

¡Eh, toro!.
me grita entre las sonoras rejas.
Si con mi cuerno entre tus huesos
te olvidas y me dejas
espérame que a por ti voy.
Pero esa apariencia
de guirnalda de feria andante
me vuelve a esquivar,
una, tres, diez veces humillante.
Mareándome, tapándome la cara
girando sobre mi maltrecho cuerpo.
Empiezo a no saber quién soy.

Estoy agotado, quiero morir.
Y me pone el arma homicida
apuntando entre ceja y ceja.
Le miro, mi voluntad dormida.
Venga, vale, no puedo más,
quiero morir.
Corro a por la espada destino,
brillante, de azules reflejos,
y rojos fuegos solares.
Y muero, quiero morir,
aunque ya molesta hacerlo
A los pies de mi asesino.
Quiero ir lejos pero no puedo,
el dolor me roba hasta el intento,
me muevo, busco cobijo,
tardo en irme.
Recuerdo la dehesa,
chapoteándo en las charcas
con las becerras,
bordeando los canchales.

Ya no siento nada,
estoy bien, aunque solo.
Ellos tienen más prisa que yo
y vuelven a clavarme aún más dolor,
¡Muere toro!
Adiós…

Ricardo Garcia-Aranda Rojas
(Ciudad Rodrigo, Dic-2014)


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