¡Eh,
toro!
¿Quién
me llama?
Tanto
ruido, tanto polvo
y
alguien me grita
otra vez
a mí
¡eh,
toro!.
Que no
quiero estar aquí,
que me
asusta, me irrita
que no es mi sitio
que no es mi sitio
y me
duele el cuello,
que no
soporto este polvo,
ni este
escándalo, ni ese grito.
¡Eh,
toro!
¡Vaya
tela!,
que digo
que me duele el cuello
y se me
acerca con un trapo verde falso
que le
tapa medio cuerpo,
y yo no
quiero estar aquí,
quiero
volver con los míos
a
despertar en el raso
de la dehesa
dónde nací,
entre cigüeñas,
en su equilibrado
nido,
con el
calor de los rayos
limpios
de polvo,
con el
silencio
que
marca la encina
del
campo vieja dueña.
No
soporto este ruido.
¡Eh
toro!
Imbécil,
me cabreo,
voy a
por él con todo.
Entre su
cuerpo y el mío
el trapo
verde falso cuela
y ahora no
me mira.
Mira al
ruido, al polvo
y mi
cuerpo insistente avanza
voy a ir
otra vez,
aunque
me duela.
¡Eh
toro!
Ahora el
de la lanza
encima
del cuadrúpedo troyano,
desde
dónde me hizo daño en el cuello.
Me paro.
¡Eh
toro!
Si
pudiera yo correr ahora
por la
hierba mojada de mi campo,
con los
becerros
que me
incordian jugando
tras la
encina.
Pero no
me dejan.
Un
círculo de gritos me rodea,
quiero
huir,
no
entiendo esa inquina.
Un
hueco, tal vez,
entre
las patas de ése animal ciego,
mi
escape, tal vez.
Pero
vuelve a hacerme daño
y caigo
y reniego.
Mis
piernas se vencen
y me
sigue haciendo daño,
la arena
mezclada con sangre
que hacen
su rojo falso fango.
¿Por
qué?
Yo solo
quiero correr con los míos
y no me
dejan,
y me
gritan,
y me
llaman moviendo trapos.
Y yo
solo quiero correr con los míos.
Me voy
al centro
lo más lejos
de gritos y gentes
y ahí me
buscan otra vez
con
ansia de muerte
dos
palos de colores,
brillante
los bordes,
dos
palos que yo ataco
y me
vuelven a doler.
Me cuelgan
de mis carnes
chorreando
sangre que lamo,
Mi
sangre.
¿Por
qué?.
¡Eh,
toro!
Empiezo
a no soñar con la dehesa,
a no
tener fuerzas para jugar
con las
becerras.
Otros
dos palos,
otros
dos brillos,
otros
dos daños.
Del sol los
turbios rayos
iluminan
de mis pupilas
delatores
hilillos
que
humillan
mi
valentía de años.
busco en
la sombra de las tablas,
de una
respuesta el apoyo
¿Por
qué?
¡Eh,
toro!
Y ahora
¿Qué quieres?
¿Qué más
deseas de mí?
Déjame
en paz
sangrando
por mis sueños,
con mis
deseos de vida
y libertad
animal.
¡Eh,
toro!.
me grita
entre las sonoras rejas.
Si con
mi cuerno entre tus huesos
te
olvidas y me dejas
espérame
que a por ti voy.
Pero esa
apariencia
de
guirnalda de feria andante
me vuelve
a esquivar,
una,
tres, diez veces humillante.
Mareándome,
tapándome la cara
girando
sobre mi maltrecho cuerpo.
Empiezo
a no saber quién soy.
Estoy
agotado, quiero morir.
Y me
pone el arma homicida
apuntando
entre ceja y ceja.
Le miro,
mi voluntad dormida.
Venga,
vale, no puedo más,
quiero
morir.
Corro a
por la espada destino,
brillante,
de azules reflejos,
y rojos
fuegos solares.
Y muero,
quiero morir,
aunque
ya molesta hacerlo
A los
pies de mi asesino.
Quiero
ir lejos pero no puedo,
el dolor
me roba hasta el intento,
me
muevo, busco cobijo,
tardo en
irme.
Recuerdo
la dehesa,
chapoteándo
en las charcas
con las
becerras,
bordeando
los canchales.
Ya no
siento nada,
estoy
bien, aunque solo.
Ellos
tienen más prisa que yo
y
vuelven a clavarme aún más dolor,
¡Muere
toro!
Adiós…
Ricardo Garcia-Aranda Rojas
(Ciudad Rodrigo,
Dic-2014)
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